Año materno 27564,
Sala Virtual, Satélite militar Tesla de la Corporación Purificadora
Humana, grieta de la estrella S4356.
SALA
VIRTUAL INT/DIA COL. BBYOP6650891- VesgreheneroXD00ER1
Presenta
una idea identificativa constante. Adecuada luz de octavo estival de
XD00ER1, momento del día y velocidad de cambio: configurables.
Mobiliario de plasma transparente con posibilidad de coloración.
Cielo abierto, color de nebulosa por defecto: óxido de cromo.
Superficie de la zona habitada: adaptable. Blanco cerúleo. Avatar
según normativa diplomática de buenas prácticas protocolarias. Uso
de cromático según normativa estado de emergencia. Seguridad:
XXXXX67XXXXXgh**- Seguridad IntraSytema Inyección: no se encuentra.
Reanima en cadena: YYYY////////-..............
986987654431234010101056789876335300281273
Búsqueda
de dispositivo de entrada: Núcleo Autoconsciente: no encontrado.
Requerido puerto anfitrión: resuelto. Seguridad: XXXXX673XXXXXgh***.
Anfitrión:
Azul Cesio (LSSS 76 - 14)
Sujet01:
sin nam.(FTHA 45 – 78)
Sujet02:
Mikael Barrs (DATH 01 – 12) (EXT)
Sujet03:
sin nam. (GIPF 03 – 17)
Sujet04:
sin nam. (HBEG 51 – 90)
Sujet05:
vhumoudu Vell (JPPO 12 – 35)
Sujet06:
sin nam. (VVNN 45 – 00)
(Los Sujet0x representados alrededor de mov.
Def. Avatares protocolarios normales, escala temporal 1:1 según
sistemas de seguridad vigentes)
HBEG
51 – 90 (supresores emocionales detectados, diagnóstico: sin
incidencias): La reunión puede comenzar.
Mikael
Barrs (supresores emocionales no detectados, diagnóstico: sin
incidencias): ¿Dónde y cuándo nos encontramos?
vhumoudu
Vell (supresores emocionales detectados, diagnóstico: sin
incidencias): Esa podría ser una buena pregunta, pero es
inexacta, seguimos en S4356, técnicamente.
Mikael
Barrs: Defina: técnicamente.
vhumoudu
Vell: No es tan sencillo ¿le suena el concepto, traslocación
dimensional?
(Definición cromática informativa con
figuración tridimensional, representación resumida de los datos
existentes sobre concepto: TRASLOCACION DIMENSIONAL. Num. de archivo:
//////unfi////// clasificado.)
FTHA
45 – 78 (supresores emocionales detectados, diagnóstico: sin
incidencias):
Esa
teoría no está demostrada.
vhumoudu
Vell: Sin embargo explica lo que está sucediendo.
Mikael
Barrs: Suponiendo que el contenido virtualizado sea cierto. ¿Qué
opina doctora, cree que el enemigo ha podido desarrollar esta
tecnología?
Azul
Cesio: No, sin lugar a dudas. Las especies simbiontes más avanzadas,
evolutivamente hablando, sólo han llegado a pasar a través de las
grietas. No tienen capacidad de pliegue de forma autónoma, aún no.
No obstante ya se han encontrado casos de viajantes que están
empezando a desarrollarla. En mi opinión están lejos del concepto
que estamos manejando.
GIPF
03 – 17 (supresores emocionales detectados, diagnóstico: sin
incidencias): Hay que recordar que esto sucedió cuando
trajimos de vuelta la sonda subespacial. La que detectó el
movimiento a través de la grieta. Debemos suponer que también trajo
algo consigo.
HBEG
51 – 90 (supresores emocionales detectados, diagnóstico: sin
incidencias):
La
sonda funciona perfectamente, y no tiene absolutamente nada fuera de
lo habitual.
(Informe de daños sonda VB348970)
Mikael
Barrs: Veamos ¿Me están diciendo que la desaparición de la IA, del
cincuenta y cinco por ciento de mi tripulación, se debe a un
desafortunado accidente dimensional?
vhumoudu
Vell: De ninguna forma, no es un accidente. Tanto el Consejo como yo
sabíamos que algo iba a ocurrir, porque no es el primer
avistamiento.
Mikael
Barrs: ¿Avistamiento?
(Definición cromática informativa sin
configuración conocida sobre concepto: Ser Oscuro. Virtualización
de grabación cruzada estrella S8901)
vhumoudu
Vell: Como puede percibir en la grabación, los acontecimientos
fueron dramáticos para el sistema entero. Imagine que esto sucede en
Madre, debíamos adelantarnos a los simbiontes para comunicarnos con
el Ser Oscuro. Como ha visto, la traslocación dimensional sucede
cuando algo tiene la facultad de existir en más de tres dimensiones,
hasta ahora en once, suponemos que esta especie no existe en el plano
físico que conocemos, sino en la materia oscura...
GIPF
03 – 17: ...como las grietas...
vhumoudu
Vell: Como las grietas. No sabemos si se trata de un ente, o varios,
lo que sabemos, en teoría, es que puede viajar a través de
múltiples universos, y que cuando lo hace deja parte de uno en el
otro.
Mikael
Barrs: Así que la sonda detectó a este Ser Oscuro cuando pasaba,
llevándose consigo a Tesla y la tripulación a...
vhumoudu
Vell: ...otro universo, teóricamente, ignoro si todos a uno, o cada uno
a otro diferente.
Mikael
Barrs: ¿Cómo sabían que iba a pasar por aquí?
vhumoudu
Vell: Por el rastro dejado en ciertos sistemas. Al parecer, sigue un
patrón.
(Virtualización
de mapa estelar conocido, marcados sistemas de paso para el concepto:
Ser Oscuro)
Mikael
Barrs: Dogmas...
vhumoudu
Vell: Es la primera vez que estamos tan cerca de uno...
Azul
Cesio: ...ahora encaja todo... estoy accediendo a la memoria de
una investigación que realicé hace tiempo. Miren este sistema en
concreto. HBB12A era un planeta donde los simbiontes experimentaron
con la genética humana. Durante los experimentos, éstos humanos
llegaron a crear civilizaciones que no llegaron a colapsar, por lo
visto el (o un) Ser Oscuro se llevó el planeta, lo encontré
en la memoria de un cultivador. Los humanos que lo habitaban lo
llamaron Tierra. Los simbiontes saben de la existencia del Ser Oscuro
por lo que le sucedió al planeta, ignoro si se llegaron a comunicar
con él, si es que es posible tal cosa. Lo que sí es cierto es que
tenían a un ser humano monitorizado, al parecer esta persona podía
intuirlo, o soñarlo, no estoy segura. Este hombre se dedicaba a
escribir sobre eso. Cuando percibí aquella información el recuerdo era religioso.
GIPF 03 - 17: ¿Religioso?
Azul Cesio: El cultivador otorgaba identidad y capacidades divinas al Ser Oscuro. Para él era algo diferente, pero no tanto. La desaparición del planeta, y del sistema, fue atribuida a a la explosión de WR 104, según las fuentes oficiales, y creí que los recuerdos del cultivador estaban modificados con mitología para que no obtuviéramos información de él. Que incluso la historia del hombre monitorizado del planeta era un señuelo, una distracción familiar para evitar que llegara a capas más profundas de su memoria y saber qué era de verdad eso que hemos llamado Ser Oscuro... pensé que algo así no podía existir...
Mikael
Barrs: Parece ser que este es el verdadero motivo por el cual usted
está aquí, no lo que me dijeron que vería en GG7803.
Azul
Cesio: En ese caso nos han engañado a los dos, almirante.
vhumoudu
Vell: Fue necesario...
Mikael
Barrs: Sea como sea debemos comunicar lo sucedido al Consejo, Vell y usted deben volver a aquella investigación. Cualquier detalle puede ser valioso.
GIPF
03 – 17: Eso sería posible si nos encontráramos donde se supone
que estamos, no hemos hecho más que especular, lo que es cierto es que existimos a medio camino entre
universos. Todo indica que estamos en S4365, pero no podemos
interaccionar con la realidad.
HBEG
51 – 90: Podemos intentar modificar el campo de éxtasis del
satélite.
Mikael
Barrs: ¿De qué nos puede servir usar ese arma ahora?
HBEG
51 – 90: Es una cuestión de continuidad, si conseguimos una parada
temporal mientras hacemos un pliegue puede que nuestra posición se
estabilice...
vhumoudu
Vell: Pero apareceríamos en cualquier universo, no necesariamente en
el que queremos. Inviable.
HBEG
51 – 90: No si tenemos trazada la ruta... cosa que no ha sucedido
¡Dogmas!
Azul
Cesio: Esperen un momento, creo que podemos hacer la ruta. Durante
la supuesta traslocación me mantuve conectada a una oficial de
mantenimiento que desapareció: HUUT 19 – 47, guardé el rastro en
mi inyectable, es... indescriptible, pero sé que desapareció, noté
cuándo lo hacía, HBEG ¿podría servir?
HBEG
51 – 90: Es lo único que tenemos. Lo que haremos implica riesgos,
puede que no salga con vida.
martes, 18 de junio de 2013
lunes, 17 de junio de 2013
0024
Año materno 27334
parada del transbordador de la CPH 004 procedente de la estación
GG7803 con destino Tesla,
estrella Ubb Trau 009, extremo del brazo de Persheub.
¡Dogmas, por fin! Espero estar lo suficientemente lejos de la parásita. ¿Qué me ha pasado? Te has laxado como un miserable gusbarino, lo ha hecho ella, me ha manipulado a su antojo. Nunca he errado un disparo ¡nunca! Me ha hecho creer que se adelantaba a mi capacidad de reacción cuando soy mil veces más rápido que ella. Sabía cual sería mi respuesta y aun así se descubrió enseguida, quería que lo supiera, que supiera que cerca de ella no puedo hacer nada. Y esos esbirros... se aseguró de que no pudiera hacerles preguntas, o los escaneara en Tesla. La portavoz, algo no va bien en el Consejo, sin duda eran de Luar, esa naftanlinga despreciable... la vieja ¿una traidora? La parásita es útil, pero demasiado peligrosa, y esa herejía de investigación... en mi satélite. Me están poniendo a prueba, y la mutante está para vigilarme, sabrá que desconfío de ella, no importa, según las órdenes debe investigar sobre los suyos, nada más. Tengo que encontrar la forma de protegerme de sus habilidades sin que sepa que lo estoy haciendo. Trabajar en ello sólo cuando se encuentre en éxtasis u obligarla a sentir dolor, a través de mí, tanto dolor que tenga que desconectar... eso es Mikael, el dolor será tu aliado, soñarás despierto y planearás cómo neutralizarla. Veremos cuánto sufrimiento puede aguantar. Y no pienses demasiado Mikael, te están vigilando desde tu hogar. Tengo que ponerme en contacto con el resto del Consejo sin que la naftanlinga lo sepa ¿Pero cómo? Con la mutante a bordo sólo puedo confiar en...
- Tesla, quiero que guardes el mensaje que estoy escribiendo, prioridad absoluta.
- Hecho, almirante – pudo leer en el óptico.
- El mensaje debo recibirlo tras el pliegue a través de la grieta S4356, y sólo cuando la doctora Azul Cesio se encuentre en una cámara de éxtasis durante un viaje sin pliegue y fuera de una situación de combate – No tardarán en enviarme allí, es el sector siguiente: BKO09 está en la grieta de DF9901, que comunica con S4356.
- Por supuesto, almirante- Barrs meditó un momento.
- También hay que añadir al mensaje mis recuerdos a partir de esta parada, que deben ser borrados de mi mente, a su vez, quiero que añadas una reconstrucción de recuerdos donde desaparezcan mis sospechas sobre la portavoz, no sobre la mutante, no sería natural, aunque debe permanecer mi sensación de simpatía, dejo a tu elección los detalles; hazlo mientras duermo. ¿Hasta dónde llega la profundidad de su habilidad? Nunca estaré seguro del todo, por ahora no puedo hacer más.
- Almirante, eso supondrá una violación del Dogma Segundo, y al carecer de inyectable sólo existe un noventa y cinco punto tres por ciento de éxito total ¿estás seguro? Mis sensores en el transbordador indican que te encuentras muy alterado. No deseo hacerte daño alguno.
- No me han dejado alternativa, todo este asunto es una violación al Culto, pero... no es la primera vez, y supongo que con ella a bordo, no será la última. Quizá no soy tan incorruptible como a Jigs ' Tu le gustaría, si estuviera vivo me daría una buena paliza – rió para sus adentros con tristeza – me tocará representar el rol de anfitrión complaciente. Hasta que recuerde esto. Ahora, a dormir. Nos vemos en casa... mi amor.
¡Dogmas, por fin! Espero estar lo suficientemente lejos de la parásita. ¿Qué me ha pasado? Te has laxado como un miserable gusbarino, lo ha hecho ella, me ha manipulado a su antojo. Nunca he errado un disparo ¡nunca! Me ha hecho creer que se adelantaba a mi capacidad de reacción cuando soy mil veces más rápido que ella. Sabía cual sería mi respuesta y aun así se descubrió enseguida, quería que lo supiera, que supiera que cerca de ella no puedo hacer nada. Y esos esbirros... se aseguró de que no pudiera hacerles preguntas, o los escaneara en Tesla. La portavoz, algo no va bien en el Consejo, sin duda eran de Luar, esa naftanlinga despreciable... la vieja ¿una traidora? La parásita es útil, pero demasiado peligrosa, y esa herejía de investigación... en mi satélite. Me están poniendo a prueba, y la mutante está para vigilarme, sabrá que desconfío de ella, no importa, según las órdenes debe investigar sobre los suyos, nada más. Tengo que encontrar la forma de protegerme de sus habilidades sin que sepa que lo estoy haciendo. Trabajar en ello sólo cuando se encuentre en éxtasis u obligarla a sentir dolor, a través de mí, tanto dolor que tenga que desconectar... eso es Mikael, el dolor será tu aliado, soñarás despierto y planearás cómo neutralizarla. Veremos cuánto sufrimiento puede aguantar. Y no pienses demasiado Mikael, te están vigilando desde tu hogar. Tengo que ponerme en contacto con el resto del Consejo sin que la naftanlinga lo sepa ¿Pero cómo? Con la mutante a bordo sólo puedo confiar en...
- Tesla, quiero que guardes el mensaje que estoy escribiendo, prioridad absoluta.
- Hecho, almirante – pudo leer en el óptico.
- El mensaje debo recibirlo tras el pliegue a través de la grieta S4356, y sólo cuando la doctora Azul Cesio se encuentre en una cámara de éxtasis durante un viaje sin pliegue y fuera de una situación de combate – No tardarán en enviarme allí, es el sector siguiente: BKO09 está en la grieta de DF9901, que comunica con S4356.
- Por supuesto, almirante- Barrs meditó un momento.
- También hay que añadir al mensaje mis recuerdos a partir de esta parada, que deben ser borrados de mi mente, a su vez, quiero que añadas una reconstrucción de recuerdos donde desaparezcan mis sospechas sobre la portavoz, no sobre la mutante, no sería natural, aunque debe permanecer mi sensación de simpatía, dejo a tu elección los detalles; hazlo mientras duermo. ¿Hasta dónde llega la profundidad de su habilidad? Nunca estaré seguro del todo, por ahora no puedo hacer más.
- Almirante, eso supondrá una violación del Dogma Segundo, y al carecer de inyectable sólo existe un noventa y cinco punto tres por ciento de éxito total ¿estás seguro? Mis sensores en el transbordador indican que te encuentras muy alterado. No deseo hacerte daño alguno.
- No me han dejado alternativa, todo este asunto es una violación al Culto, pero... no es la primera vez, y supongo que con ella a bordo, no será la última. Quizá no soy tan incorruptible como a Jigs ' Tu le gustaría, si estuviera vivo me daría una buena paliza – rió para sus adentros con tristeza – me tocará representar el rol de anfitrión complaciente. Hasta que recuerde esto. Ahora, a dormir. Nos vemos en casa... mi amor.
0023
- ¿Qué pasa? ¿Qué
coño está pasando? joder ... esto no es real ... – balbuceaba
entre sollozos- ¡Tere, los niños, todos al albergue! ¡rápido
hostia! - se giró hacia Xarli.
- ¿Xarli? ¿estás bien?- miró hacia el microbús, Xarli estaba tendido de lado sobre el volante, inmóvil. Corrió en su busca, y con ayuda de Leandro, un anciano que vivía en la casa de al lado y que no dejaba de blasfemar: “cagondiós, cagondiós … ” sacaron a Xarli del microbús, y entre los dos lo llevaron a rastras a la supuesta seguridad de la casa, aún respiraba. En el interior el calor era insoportable, aunque era mejor que la calle, las paredes de piedra los mantendrían a salvo, por ahora. Los niños lloraban, Teresa lloraba, el pánico se adueñaba. Azul trató de mantener la cabeza fría, subió al piso de arriba no sin antes coger el transistor de la cocina, se encaramó a la ventana, vio a la señora Peris (la propietaria del albergue) correr hacia allí sudando copiosamente. Azul oteó el cielo desde su posición: dos discos negros que irradiaban luz rodeados de estrellas negras, por todas partes, algunas más grandes que otras. Se acordó de Chernobyl, el año pasado, de Hirossima pero... ¿dos soles negros? Esto no lo hace ni un accidente, ni una bomba ni todas las bombas juntas del mundo. Cada vez hace más calor, debe ser por esas cosas, si esto sigue así, moriremos todos. Le temblaban las manos con tanta violencia que fue incapaz de encender el transistor “hay que llamar a los padres”. Corrió escaleras abajo, llegó al comedor, la señora Peris estaba con Teresa, no supo decir quien calmaba a quien, Xarli seguía inconsciente en un sofá, y Leandro estaba con los niños, acribillado a preguntas que respondía como podía, al menos ya no gritaban.
- Leandro, gracias y … ¿tiene teléfono?- le temblaba la voz al hablar.
- Sí, sí, te acompaño, no sé que cojones está pasando, la mierda de la nuclear, seguro - masculló sin dejar de acariciar a Begoña en el pelo, la niña estaba abrazada al anciano. El resto de los niños, aunque con miedo en las caras y cuchicheando entre si, estaban tranquilos como corderitos en un corral.
- Hace veinte años que deberían haberla cerrado- Leandro escupió las palabras con desprecio – Mi señora no te abrirá, así que vamos.
- Hace mucho calor Azul, será mejor que os cubráis para salir – dijo Teresa más calmada.
- Está bien, veremos también si dicen algo en las noticias, no creo que la central tenga nada que ver con esto, es muy raro ¿todos hemos pasado por lo mismo, no?– Los demás asintieron casi al unísono- guay.
Azul cogió una goma de su muñeca y se ató su larguísima cabellera azabache en una cola de caballo. La señora Peris desapareció de la sala de estar para volver en pocos segundos con toallas provenientes del baño.
- Esto os servirá, y voy a abrir la bodega, que se está más fresco, aunque tendremos que quitar la leña – dijo diligente mientras volvía a desaparecer. Teresa se levantó también y le dio instrucciones a los niños menos asustados para que ayudaran a vaciar la bodega. Mantener la mente ocupada sería bueno.
Cubiertos con las toallas Leandro y Azul salieron al exterior, en la calle, el escenario era desolador: no se veía a nadie aunque se oían gritos por doquier . Todo parecía apagado, si no hay electricidad tendremos que buscar una … mierda, me he dejado la radio. Miró al cielo y se percató de un detalle: los puntos negros cada vez eran más grandes, muy poco a poco; y se oía un rumor constante y alto, un sonido con una frecuencia muy grave, como aviones alejándose, y sirenas muy lejanas. El calor le producía picor y sudor a partes iguales, la toalla estaba ardiendo. Olía a quemado, mierda puta … ¡estamos rodeados de bosque!.
- ¡Paca, Pacaaaa! ¡”cagondiós” abre que nos quemamos! - dijo Leandro mientras aporreaba la puerta con una mano y con la otra hurgaba en sus bolsillos.
- Parece que no está- dijo Azul sin dejar de mirar a su alrededor, por si vislumbraba humo. El ruido cada vez era más fuerte y el calor también.
- ¡Aquí esta! - sacó una llave del bolsillo y la introdujo en el ojo de la cerradura, acto seguido ambos entraron en la casa.
- El teléfono está... ¡Paca! ¡Paquita! - Leandro corrió al centro de la sala que había tras el recibidor. Paca estaba tendida en el suelo junto a una silla volcada. El anciano le cogió de la mano muy asustado.
- ¡Apártese! - Azul se arrodilló junto a la pareja, cogió la muñeca de la anciana buscándole el pulso, en vano, tampoco respiraba. Se afanó en practicarle un masaje cardíaco mientras el insuflaba aire a los pulmones en un boca a boca. Mientras tanto Leandro fue hacia el teléfono.
-¡”Cagondiós” no va, no da señal, ay mi Paquita!- dejó el teléfono y fue la lado de las mujeres. Tras varios intentos Azul se puso en pié con lágrimas en lo ojos.
- Lo siento... - el hombre soltó un alarido de puro dolor mientras abrazaba a la que fuera su esposa. Azul se agacho y le dijo suavemente: - Voy a la cabina a ver si hay más suerte, tengo que llamar a los padres, o a quien sea, necesitamos ayuda - Leandro asintió sin dejar de llorar.
Salió de la casa ataviada con un chubasquero de trabajo que había en el recibidor. Sus temores se hicieron realidad, el humo impedía ver más allá de veinte metros, se enrolló la toalla alrededor del cuello y se tapó boca y nariz. El calor era insoportable y el ruido más persistente, tengo que llamar como sea. Cuando hubo recorrido unos doscientos metros, cerca de donde se supone que estaba una de las tres cabinas existentes en el pueblo, se encontró un hombre que vestía un mono azul marino y naranja fluorescente, parado en mitad de la calle, en cuya espalda se podía leer “protección civil”. Se acercó a la inmóvil figura:
- ¡Oiga, hay una mujer muerta en el número cincuenta y cuatro y un grupo de niños en el cincuenta y dos! ¡Necesitamos ayuda, tenemos que avisar a sus padres! ¿Funciona la cabina de teléfono? - dijo mientras le ponía una mano en el hombro del hombre, el cual se giró, tenía la cara tiznada y los ojos muy abiertos, enrojecidos por el humo. El hombre se le quedó mirando, en silencio.
- ¿Me ha oído? - dijo Azul exasperada – Hay unos niños, hemos venido a una excursión y … mierda, mierda, joder... - se alejó corriendo, notaba la mirada de aquel hombre en la espalda. Mientras corría volvió sobre si misma para ver de donde venía el humo, la pinada del castillo, no llegará al pueblo, está al otro lado de la montaña, al menos los críos están a cubierto ¿Donde coño están los bomberos? Llegó a la cabina, junto al monte que daba a la ermita, el sonido era cada vez más fuerte, el calor parecía haberse estabilizado, abrasador, pero estable. Cogió el teléfono, no daba señal.
- ¡Joder! - gritó mientras lo estrellaba contra el cristal de la cabina, golpeó con rabia hasta que el cristal se hizo añicos, arrancando el auricular en el proceso. Se acuclilló entre sollozos en el interior del habitáculo. El sonido era abrumador ¿De donde viene ese ruido?. Sin pensarlo mucho comenzó a subir por el cerro de la ermita, uno de los lugares más altos del pueblo y con menos humo, cuando pudo ver tras los montículos que formaban el valle donde estaba Jalance cayó de rodillas. A lo lejos, el valle estaba llenándose de agua, también vio columnas de humo. En las laderas de las montañas torrentes de fango arrastraban árboles arrancados, coches, escombros, y un sinfín de cosas que no pudo distinguir. El valle de Ayora se llenaba de barro, alimentado por una marea incesante que discurría entre las montañas. O el río se ha desbordado, o se ha roto la presa de Cofrentes. Pero no puede ser, el río está al otro lado, como la presa, además es imposible, el Cabriel es un afluente pequeño del Jucar, y el embalse está casi seco, entonces: dos soles, calor … ¡Es el mar! ¡A esta altura! No, no, no... no puede ser. Vio cómo el lodo, inexorable, cubría la carretera nacional, la única entrada al pueblo para los vehículos. Se la llevó, como una ola se lleva un castillo de arena. Desesperada, abrasada y muerta de pánico, bajó del otero de la ermita. Necesitamos un lugar más alto, sin incendio, y sin árboles, aunque la altura no nos salvará del calor ni de la nuclear... Chernobyl, mierda, estamos jodidos, pensó mientras corría con la mirada fija en el oeste, donde había un monte que a duras penas se distinguía por el humo, con una cruz enorme clavada en la cima, el Cerro Monegre.
Tosía sin parar, se tuvo que detener en varias ocasiones, ni un alma en la calle; soy la única estúpida que ha salido, eres imbécil Azul; recorrió a trompicones una docena de metros, se apoyó en una pared; Si supieras conducir irías en el microbús, pero no, eres una tonta ecologista que va en bici a todas partes; otra docena de metros. Finalmente pudo distinguir el albergue que, como era de esperar, estaba cerrado.
-Ya falta poco – se dijo. Antes de poder llegar hubo un temblor, una sacudida que la hizo caer de bruces. Una grieta con sus afluentes partieron en dos la calle Mayor, llevándose con su formación los edificios a ambos lados de la calzada, albergue incluido. El polvo lo inundó todo, el ruido del derrumbamiento ahogó el grito desesperado de Azulema, hecha un ovillo en el suelo. Se cubrió la cabeza con las manos, lloraba, gemía, tosía, y en ese momento, también quería morir.
Súbitamente, el polvo generado por la brecha y los derrumbamientos desapareció empujado por aire que desplazaba algo descomunal. En el cielo se materializó, como por arte de magia, el objeto más grande que nunca hubiera visto, un dodecaedro rojo de diez kilómetros por cara. Se quedó boquiabierta, embobada e hipnotizada por aquella visión, un sentimiento de familiaridad recorrió todo su ser, conocía aquel artefacto, pero no sabía de qué. De él emergió un objeto con forma de octaedro regular de unos cinco metros de lado que dejaba tras de si una estela celeste muy luminosa. El objeto, con una velocidad vertiginosa se plantó delante de ella, flotando en el aire dos de sus caras desaparecieron dejando ver el vacuo interior. En ese momento Azul comprendió que debía meterse en el interior del caza de la CPH, no le quedaba alternativa. Curiosamente, mientras se acercaba a la nave, la sensación era de total naturalidad, como si lo hubiera hecho durante toda su vida. ¿Quién era, y por qué estaba allí?
- ¿Xarli? ¿estás bien?- miró hacia el microbús, Xarli estaba tendido de lado sobre el volante, inmóvil. Corrió en su busca, y con ayuda de Leandro, un anciano que vivía en la casa de al lado y que no dejaba de blasfemar: “cagondiós, cagondiós … ” sacaron a Xarli del microbús, y entre los dos lo llevaron a rastras a la supuesta seguridad de la casa, aún respiraba. En el interior el calor era insoportable, aunque era mejor que la calle, las paredes de piedra los mantendrían a salvo, por ahora. Los niños lloraban, Teresa lloraba, el pánico se adueñaba. Azul trató de mantener la cabeza fría, subió al piso de arriba no sin antes coger el transistor de la cocina, se encaramó a la ventana, vio a la señora Peris (la propietaria del albergue) correr hacia allí sudando copiosamente. Azul oteó el cielo desde su posición: dos discos negros que irradiaban luz rodeados de estrellas negras, por todas partes, algunas más grandes que otras. Se acordó de Chernobyl, el año pasado, de Hirossima pero... ¿dos soles negros? Esto no lo hace ni un accidente, ni una bomba ni todas las bombas juntas del mundo. Cada vez hace más calor, debe ser por esas cosas, si esto sigue así, moriremos todos. Le temblaban las manos con tanta violencia que fue incapaz de encender el transistor “hay que llamar a los padres”. Corrió escaleras abajo, llegó al comedor, la señora Peris estaba con Teresa, no supo decir quien calmaba a quien, Xarli seguía inconsciente en un sofá, y Leandro estaba con los niños, acribillado a preguntas que respondía como podía, al menos ya no gritaban.
- Leandro, gracias y … ¿tiene teléfono?- le temblaba la voz al hablar.
- Sí, sí, te acompaño, no sé que cojones está pasando, la mierda de la nuclear, seguro - masculló sin dejar de acariciar a Begoña en el pelo, la niña estaba abrazada al anciano. El resto de los niños, aunque con miedo en las caras y cuchicheando entre si, estaban tranquilos como corderitos en un corral.
- Hace veinte años que deberían haberla cerrado- Leandro escupió las palabras con desprecio – Mi señora no te abrirá, así que vamos.
- Hace mucho calor Azul, será mejor que os cubráis para salir – dijo Teresa más calmada.
- Está bien, veremos también si dicen algo en las noticias, no creo que la central tenga nada que ver con esto, es muy raro ¿todos hemos pasado por lo mismo, no?– Los demás asintieron casi al unísono- guay.
Azul cogió una goma de su muñeca y se ató su larguísima cabellera azabache en una cola de caballo. La señora Peris desapareció de la sala de estar para volver en pocos segundos con toallas provenientes del baño.
- Esto os servirá, y voy a abrir la bodega, que se está más fresco, aunque tendremos que quitar la leña – dijo diligente mientras volvía a desaparecer. Teresa se levantó también y le dio instrucciones a los niños menos asustados para que ayudaran a vaciar la bodega. Mantener la mente ocupada sería bueno.
Cubiertos con las toallas Leandro y Azul salieron al exterior, en la calle, el escenario era desolador: no se veía a nadie aunque se oían gritos por doquier . Todo parecía apagado, si no hay electricidad tendremos que buscar una … mierda, me he dejado la radio. Miró al cielo y se percató de un detalle: los puntos negros cada vez eran más grandes, muy poco a poco; y se oía un rumor constante y alto, un sonido con una frecuencia muy grave, como aviones alejándose, y sirenas muy lejanas. El calor le producía picor y sudor a partes iguales, la toalla estaba ardiendo. Olía a quemado, mierda puta … ¡estamos rodeados de bosque!.
- ¡Paca, Pacaaaa! ¡”cagondiós” abre que nos quemamos! - dijo Leandro mientras aporreaba la puerta con una mano y con la otra hurgaba en sus bolsillos.
- Parece que no está- dijo Azul sin dejar de mirar a su alrededor, por si vislumbraba humo. El ruido cada vez era más fuerte y el calor también.
- ¡Aquí esta! - sacó una llave del bolsillo y la introdujo en el ojo de la cerradura, acto seguido ambos entraron en la casa.
- El teléfono está... ¡Paca! ¡Paquita! - Leandro corrió al centro de la sala que había tras el recibidor. Paca estaba tendida en el suelo junto a una silla volcada. El anciano le cogió de la mano muy asustado.
- ¡Apártese! - Azul se arrodilló junto a la pareja, cogió la muñeca de la anciana buscándole el pulso, en vano, tampoco respiraba. Se afanó en practicarle un masaje cardíaco mientras el insuflaba aire a los pulmones en un boca a boca. Mientras tanto Leandro fue hacia el teléfono.
-¡”Cagondiós” no va, no da señal, ay mi Paquita!- dejó el teléfono y fue la lado de las mujeres. Tras varios intentos Azul se puso en pié con lágrimas en lo ojos.
- Lo siento... - el hombre soltó un alarido de puro dolor mientras abrazaba a la que fuera su esposa. Azul se agacho y le dijo suavemente: - Voy a la cabina a ver si hay más suerte, tengo que llamar a los padres, o a quien sea, necesitamos ayuda - Leandro asintió sin dejar de llorar.
Salió de la casa ataviada con un chubasquero de trabajo que había en el recibidor. Sus temores se hicieron realidad, el humo impedía ver más allá de veinte metros, se enrolló la toalla alrededor del cuello y se tapó boca y nariz. El calor era insoportable y el ruido más persistente, tengo que llamar como sea. Cuando hubo recorrido unos doscientos metros, cerca de donde se supone que estaba una de las tres cabinas existentes en el pueblo, se encontró un hombre que vestía un mono azul marino y naranja fluorescente, parado en mitad de la calle, en cuya espalda se podía leer “protección civil”. Se acercó a la inmóvil figura:
- ¡Oiga, hay una mujer muerta en el número cincuenta y cuatro y un grupo de niños en el cincuenta y dos! ¡Necesitamos ayuda, tenemos que avisar a sus padres! ¿Funciona la cabina de teléfono? - dijo mientras le ponía una mano en el hombro del hombre, el cual se giró, tenía la cara tiznada y los ojos muy abiertos, enrojecidos por el humo. El hombre se le quedó mirando, en silencio.
- ¿Me ha oído? - dijo Azul exasperada – Hay unos niños, hemos venido a una excursión y … mierda, mierda, joder... - se alejó corriendo, notaba la mirada de aquel hombre en la espalda. Mientras corría volvió sobre si misma para ver de donde venía el humo, la pinada del castillo, no llegará al pueblo, está al otro lado de la montaña, al menos los críos están a cubierto ¿Donde coño están los bomberos? Llegó a la cabina, junto al monte que daba a la ermita, el sonido era cada vez más fuerte, el calor parecía haberse estabilizado, abrasador, pero estable. Cogió el teléfono, no daba señal.
- ¡Joder! - gritó mientras lo estrellaba contra el cristal de la cabina, golpeó con rabia hasta que el cristal se hizo añicos, arrancando el auricular en el proceso. Se acuclilló entre sollozos en el interior del habitáculo. El sonido era abrumador ¿De donde viene ese ruido?. Sin pensarlo mucho comenzó a subir por el cerro de la ermita, uno de los lugares más altos del pueblo y con menos humo, cuando pudo ver tras los montículos que formaban el valle donde estaba Jalance cayó de rodillas. A lo lejos, el valle estaba llenándose de agua, también vio columnas de humo. En las laderas de las montañas torrentes de fango arrastraban árboles arrancados, coches, escombros, y un sinfín de cosas que no pudo distinguir. El valle de Ayora se llenaba de barro, alimentado por una marea incesante que discurría entre las montañas. O el río se ha desbordado, o se ha roto la presa de Cofrentes. Pero no puede ser, el río está al otro lado, como la presa, además es imposible, el Cabriel es un afluente pequeño del Jucar, y el embalse está casi seco, entonces: dos soles, calor … ¡Es el mar! ¡A esta altura! No, no, no... no puede ser. Vio cómo el lodo, inexorable, cubría la carretera nacional, la única entrada al pueblo para los vehículos. Se la llevó, como una ola se lleva un castillo de arena. Desesperada, abrasada y muerta de pánico, bajó del otero de la ermita. Necesitamos un lugar más alto, sin incendio, y sin árboles, aunque la altura no nos salvará del calor ni de la nuclear... Chernobyl, mierda, estamos jodidos, pensó mientras corría con la mirada fija en el oeste, donde había un monte que a duras penas se distinguía por el humo, con una cruz enorme clavada en la cima, el Cerro Monegre.
Tosía sin parar, se tuvo que detener en varias ocasiones, ni un alma en la calle; soy la única estúpida que ha salido, eres imbécil Azul; recorrió a trompicones una docena de metros, se apoyó en una pared; Si supieras conducir irías en el microbús, pero no, eres una tonta ecologista que va en bici a todas partes; otra docena de metros. Finalmente pudo distinguir el albergue que, como era de esperar, estaba cerrado.
-Ya falta poco – se dijo. Antes de poder llegar hubo un temblor, una sacudida que la hizo caer de bruces. Una grieta con sus afluentes partieron en dos la calle Mayor, llevándose con su formación los edificios a ambos lados de la calzada, albergue incluido. El polvo lo inundó todo, el ruido del derrumbamiento ahogó el grito desesperado de Azulema, hecha un ovillo en el suelo. Se cubrió la cabeza con las manos, lloraba, gemía, tosía, y en ese momento, también quería morir.
Súbitamente, el polvo generado por la brecha y los derrumbamientos desapareció empujado por aire que desplazaba algo descomunal. En el cielo se materializó, como por arte de magia, el objeto más grande que nunca hubiera visto, un dodecaedro rojo de diez kilómetros por cara. Se quedó boquiabierta, embobada e hipnotizada por aquella visión, un sentimiento de familiaridad recorrió todo su ser, conocía aquel artefacto, pero no sabía de qué. De él emergió un objeto con forma de octaedro regular de unos cinco metros de lado que dejaba tras de si una estela celeste muy luminosa. El objeto, con una velocidad vertiginosa se plantó delante de ella, flotando en el aire dos de sus caras desaparecieron dejando ver el vacuo interior. En ese momento Azul comprendió que debía meterse en el interior del caza de la CPH, no le quedaba alternativa. Curiosamente, mientras se acercaba a la nave, la sensación era de total naturalidad, como si lo hubiera hecho durante toda su vida. ¿Quién era, y por qué estaba allí?
0022
4 de Agosto de 1987 Jalance, a 108.6 km de Valencia, en el valle de Ayora, Península Ibérica, Planeta Tierra.
Sonó
el despertador, eran las seis y media de la mañana, el plan del día
sería llevar a la prole de niños a la Cueva de Don Juan, a pocos
kilómetros de allí, almorzar, y llevárselos después a la piscina
del pueblo donde les esperaba una paella. Azul deseó que el
despertador se desintegrara en ese preciso instante, se deshizo de la
pelota de tela que nunca la cubrió, y se sentó en la cama; tras
frotarse los ojos con fruición miró por la ventana, estaba
amaneciendo. Sólo al cabo de un rato se percató de la jauría de
pájaros que conversaban en el alféizar. Se vistió con lo primero
que encontró, y salió de su angosta habitación hacia la cocina del
albergue para hacer los bocadillos del almuerzo. Una jaqueca le
recordó la cerveza de la noche anterior, en la terraza de “los
billares”, en el centro de la Calle Mayor. Carlos “Xarli”, el
profesor de matemáticas que le acompañaba en la excursión, bebió
y rió con ella mientras los niños y Teresa dormían. Esa misma
noche Xarli, visiblemente embriagado, le propuso acostarse con ella,
y aunque no le desagradaba, le dijo entre risas que estaba demasiado
borracho y que, si se acordaba al día siguiente, lo harían. En
realidad, albergaba la esperanza de que su sentido del ridículo le
proporcionara una intencionada amnesia, rió para si.
La
cocina era pequeña, haciendo juego con el albergue, Teresa ya se
había levantado. Afanosa, cortaba los panes y calentaba la leche
para el desayuno de los infantes, hasta el momento, su única
compañía era un viejo transistor que emitía ruido rosa, y una
pila de cajas de magdalenas.
-
Buenos días - dijo sin levantar la vista.
-
Buenos días - repuso Azul mientras se dirigía hacia la cafetera,
que impregnaba la estancia con el aroma del café recién hecho.
-
¿Que tal anoche perdida? un poco más y empalmáis - Teresa la miró
con ojos de madre que ve crecer a sus hijos. Era mayor que Xarli y
Azul, muy entrada en carnes, el arquetipo perfecto de mujer
pelirroja: abundante mata rizada; ojos esmeralda; y pecosa piel de
leche. Profesora de letras, además de la directora del colegio. La
excursión por el monte fue idea suya. A los niños de repaso les
vendría bien salir de las aulas de verano.
-
Calla, calla … la verdad es que nos vino bien un poco de ocio –
no estaba dispuesta a admitir que habían bebido demasiado; mojó una
magdalena en el café.
- ¿Sólo
un poco?- Teresa le lanzó una mirada condescendiente, os
he pillado.
Azul alzó los ojos, y sin motivo, ambas comenzaron a reír.
La
mañana trascurrió plácida. Acabaron los bocadillos y Teresa se fue
a despertar a las criaturas, Azul bajó al comedor con los termos y
el cacao en polvo para preparar la mesa del desayuno. Se respiraba
calma pese a las primeras protestas de los niños que aún seguían
en los confines del sueño. Al cabo de un rato, el comedor se inundó
con la cháchara y las infinitas preguntas infantiles: “ ¿Habrá
“murciégalos”? ¿Es verdad que las “estalanitas” tienen
miles de años? ¿Son más viejas que “dios”? ”.
Mientras
engullían su desayuno Xarli bajó por las escaleras, con la cara
encogida y los dedos sobre la frente, al ver el panorama intentó
recomponerse.
-¡A
buenas horas! - le espetó Teresa, Azul lo miraba divertida – ¿Un
ibuprofeno? - siguió Teresa con sorna.
-Vale,
joder, que no es para tanto, acaba el curso y aún tenemos que venir
al culo del
mundo
con los críos – estaba contrariado, tenía la boca pastosa y el
humor cenizo.
-
¡Qué flipe! Nadie te puso una pistola en la cabeza – dijo Azul –
Además, creo recordar que fuiste tú quien se ofreció para conducir
el microbús.
-
¡Felipe Martinez, te estoy viendo! ¡Deja a Begoña en paz, o te
siento aquí! ¿Me has oído? - gritó Teresa; se hizo un silencio.
- Sí,
señorita... - rezongó Felipe para acto seguido girarse hacia una
niña morena llamada Begoña, y sacarle la lengua. Teresa lo vio y se
levantó con intención de reprenderlo.
- Y bien ¿estás en condiciones de conducir? -
preguntó Azul sin dejar de mirarlo.
- Sí, sí, he dormido bastante, sólo un momento – Xarli intentó
aclararse las ideas – sólo necesito un buen café.- No se nos puede hacer muy tarde – repuso.
- Tranquila, lo sé – dijo con aire de fastidio.
Teresa volvió a la mesa, acabaron sus cafés y recogieron las mesas de los niños. Desde la ventana el sol caía implacable; las señoras sacaban sus sillas y sus revistas a la sombra; las hormigas hacían su trabajo con los restos fundidos de un helado; un tractor ocasional pasaba por la calle, portando en el remolque las mantas de la almendra; y las avispas rondaban el agua residual de las fuentes. Jalance, un entrañable pueblecito de montaña.
Inventariaron a los niños y los formaron en una fila, una veintena. Empacaron y Xarli encendió el motor del microbús. Justo antes de subir... Un estruendo: sordo, infinito, insondable. El batir de la realidad en una millonésima de segundo, generó un vórtice que culminó en fractales acomodados de la bidimensionalidad. Deformación constante, color, olor, sinestesia acompañando todas y cada una de las fracturas de la luz. Los habitantes de Jalance pudieron experimentar todos los rincones del tiempo a la vez, entre ellos, entre sus mentes, como si fueran uno y todos. La temperatura quedó estancada, como el tiempo, y vislumbraron en un limbo sideral cada uno de los componentes de la materia, como mundos que a su vez albergaban otros mundos, y que a su vez, eran cada una de las partículas que lo componían todo. El torbellino de lo real se contrajo hasta romper con la dimensión, no pudieron comprender la totalidad del conjunto, y eso trajo dolor. Pero estaban atrapados en el proceso, sus cerebros no pudieron comprender nada fuera de sus tres dimensiones, pero sí el horror de perder una, y luego la otra, concentrando todo su ser en un punto. El punto estalló y se formaron las dimensiones de nuevo, tangibles, reales, pero en un paréntesis temporal que eternizó. El caos se abrió ante ellos, y con él, la desesperanza de no poder completar la información inconmensurable, que rugía e irradiaba, hacia una pregunta con todas las respuestas. El universo plegó su contenido, la materia redundaba sin cesar, toda la energía emergió a través de todo. Durante otra billonésima de segundo viajaron por todo el Sistema Solar; por otro Sistema Solar; y por otros millones de ellos, en apariencia, calcos exactos del anterior. El vértigo se materializó, se hizo sólido aunque fluía como líquido y se expandía como gas. Entraron en un tubo perfecto cuya perspectiva desembocó en un espejo contra espejo. Una trillonésima de segundo, que se convirtió en paradoja, advirtió lo absurdo hecho concepto, la lógica se ruborizó ante el espectáculo, y las matemáticas dejaron de tener sentido. El mundo a su alrededor se copió a sí mismo millones de veces, obligándolos a vivir el mismo instante una y otra vez, donde llegado a un punto, no se alcanzó, y volvió a empezar. La memoria se pudo tocar y el estallido que acompañó en la cuatrillonésima parte de segundo posterior formó la realidad de nuevo, tal y como fue concebida; posiblemente. Una realidad donde había un pueblo llamado Jalance, con una excursión de niños y sus profesores hacia la Cueva de Don Juan. Durante los minutos posteriores, el estruendo siguió resonando en el mundo y en las mentes de todos. Los habitantes del pueblo chillaron, lloraron, corrieron de un lugar a otro, como para cerciorarse de que aún existían, y los perros ladraron hasta la extenuación. Todos los vehículos pararon, de igual forma que todos los aparatos eléctricos. El viento cesó, y con él, el ir y venir de las nubes. La consecuencia directa, y visible a primera vista, fue que el firmamento había cambiado, en lugar del viejo Sol coexistían dos soles, uno de ellos más alejado de la Tierra que el otro. Y eran negros. Les acompañaban miles de estrellas, también negras en lo azul. La temperatura se duplicó tras el estallido, poco más de cincuenta grados Celsius en el ambiente. Pero lo más extraño, quizá, era que aún había luz.
Azul no notó cómo se le empapaba el pantalón por el miedo, se quedó muda, con la piel tan blanca como una nube de verano, aquel verano. La nuclear de Cofrentes, pensó durante unos instantes, pero desechó la idea al ver los agujeros negros que antes fueran el Sol.
lunes, 3 de junio de 2013
0021
Zhou apresuró el paso, era inútil esconder el cadáver,
era hora de ver al informático, pensó en el método para sacarle
las contraseñas, el denominador común de todas sus posibilidades:
el dolor. Quería que ofreciera resistencia, hacía tiempo que no
practicaba su arte. Sus pasos resonaban por el infame pasillo del
puesto avanzado, cada exhalación era una nube de vapor que se
arremolinaba cuando era atravesada. El abrigo le hacia sudar. Aunque
en realidad sudaba por el “meta” que tomó antes de disparar con
su Abbex- DK 45, un arma que se implantó él mismo en el antebrazo
izquierdo en sus días de traficante de órganos.
Giró una esquina, la cámara ubicada allí siguió todos sus movimientos, mientras pasaba por una puerta que hedía de forma implacable, la luz titiló. Levantó la mirada del suelo, aquello no le gustó. Inspiró profundamente y corrió, ya faltaba poco. Hurgó en los bolsillos del abrigo militar, todo en orden: metas suficientes, agua helada, y la solución a un problema llamado Kolya.
Por fin pudo ver la puerta que conducía a la sala de comunicaciones, donde se supone le esperaba Tibor, tenía que andar con cuidado, aunque le había convencido de que se necesitaban mutuamente no era ningún imbécil y la puñalada podría venir desde cualquier dirección. Dadas las circunstancias, incluso podría venderlo a Whittman, el cual tendría que estar retorciéndose en su jodida butaca, aquella idea le pareció interesante.
Se detuvo un momento antes de entrar en la sala para tomar aire, entre el meta y la carrera, su corazón saltaba como una plaga de langostas. Reanudó el camino, sin embargo, algo invisible se lo impidió, notó una terrible punzada en la boca del estómago, bajó la mirada y vio cómo una mano empapada con su sangre le atravesaba el abrigo con los cinco dedos acabados en garras. Al parecer, el encuentro con Kolya iba a tener lugar antes de lo esperado. Intentó llegar al bolsillo, pero otra mano invisible se lo impidió, un fuerte empellón lo puso contra la pared. Con la mano izquierda intentó apuntar hacia donde estaba su agresor, sólo visible por las manchas de sangre, sin embargo no lo consiguió, un corte limpio a la altura del codo perpetrado por una de las garras del ciborg desbarató aquella posibilidad. Antes de que el Abbex cayera al suelo la mano de Kolya se volvió a clavar en el cuerpo del chino, esta vez en el hombro derecho, contra la pared, lo elevó por encima de su cabeza. Una vez el chino dejó de gimotear y gruñir, aún en el aire, el gigante cibernético se quitó el camuflaje. Su voz sonaba como un témpano:
- Vas de meta hasta las orejas, bien, te necesito vivo – mientras decía esto apretaba la mano clavada en el hombro derecho, inmovilizando el brazo - preferiría que te doliera, hace tiempo que no disfruto tanto, esto es por Vasily – dijo mientras, con la garra del dedo índice de su mano libre hurgaba en la cuenca ocular izquierda, Zhou intentó resistirse en vano. La mejilla se le empapó con humor vítreo mezclado con sangre.
- Te mataré...- balbució Zhou entre esputos sanguinolentos.
- Oh, no, no lo harás, lo pasaremos bien un rato ¿sabes? Pienso disfrutar haciéndote pedazos, poco a poco, sé bueno y sigue vivo unas veinte horas más – ahora la mano libre de Kolya se clavó en el muslo derecho, veinte centímetros de afilada garra acariciaban el fémur.
- Te contaré una cosa, matasanos de mierda, ella me ha hecho algo, sí, la que hemos recogido, pero no como imaginas, tío tendrías que estar ahí, es impresionante. Me ha ayudado a ser libre ¿sabes? Sin claúsulas, ni contratos ni nada de eso ¡Soy libre! Ha estado a punto de freírme... ¡Sí, tío! no te puedes imaginar qué se siente al conectarse con ella, bueno, el oficinista lo ha intentado ¡já! Al final sí que hay que recoger trocitos de cerebro de informático, está desparramado por todas partes espera un momento, no quiero que te desangres.
Dicho esto la mano del cíborg retrajo los dedos y se transformó en pocas décimas de segundo en algo completamente diferente, un mini-lanzallamas GGF. Se encendió y aplicó el fuego de soplete sobre la herida para cauterizarla, el olor del bello y la piel quemada era insoportable. Por muy drogado que estuviera a Zhou le estaba doliendo de verdad.
- Ni te imaginas de donde viene, no tienes ni puta idea. Me ha enseñado cosas ¿sabes? Cosas increíbles, dice que podrá arreglarme, que estoy... ¿como dijo? Asimilado, que sabe cómo curarme. Me ha dicho que estamos en un onigrama, joder como si supiera que mierda es eso. Tengo que ayudarla a encontrar la fuente del código, y me arreglará del todo.
- Estás peor que antes, te ha jodido de verdad ¡ugh! - logró escupir a la cara del cíborg.
- No lo entiendes, pero qué más da... tú vas a morir aquí, todos moriréis aquí, nos vamos, hijo de puta, pero antes voy a divertirme un rato contigo...- el lanzallamas volvió a transformarse en la mano, con sus garras metálicas, cinco bisturíes retráctiles implantados en cada una de las falanges. Lo clavó en el muslo sano de su reo, cuando se cercioró de la imposibilidad de su huida, desclavó la garra del hombro, liberando el brazo derecho. Una fracción de segundo, tiempo suficiente para llevarse la mano al bolsillo y hacer uso de esa solución que tenía preparada y que antes no pudo usar, y funcionó. El gigante había bajado la guardia y, en Noril'sk, bajar la guardia siempre traía terribles consecuencias.
Giró una esquina, la cámara ubicada allí siguió todos sus movimientos, mientras pasaba por una puerta que hedía de forma implacable, la luz titiló. Levantó la mirada del suelo, aquello no le gustó. Inspiró profundamente y corrió, ya faltaba poco. Hurgó en los bolsillos del abrigo militar, todo en orden: metas suficientes, agua helada, y la solución a un problema llamado Kolya.
Por fin pudo ver la puerta que conducía a la sala de comunicaciones, donde se supone le esperaba Tibor, tenía que andar con cuidado, aunque le había convencido de que se necesitaban mutuamente no era ningún imbécil y la puñalada podría venir desde cualquier dirección. Dadas las circunstancias, incluso podría venderlo a Whittman, el cual tendría que estar retorciéndose en su jodida butaca, aquella idea le pareció interesante.
Se detuvo un momento antes de entrar en la sala para tomar aire, entre el meta y la carrera, su corazón saltaba como una plaga de langostas. Reanudó el camino, sin embargo, algo invisible se lo impidió, notó una terrible punzada en la boca del estómago, bajó la mirada y vio cómo una mano empapada con su sangre le atravesaba el abrigo con los cinco dedos acabados en garras. Al parecer, el encuentro con Kolya iba a tener lugar antes de lo esperado. Intentó llegar al bolsillo, pero otra mano invisible se lo impidió, un fuerte empellón lo puso contra la pared. Con la mano izquierda intentó apuntar hacia donde estaba su agresor, sólo visible por las manchas de sangre, sin embargo no lo consiguió, un corte limpio a la altura del codo perpetrado por una de las garras del ciborg desbarató aquella posibilidad. Antes de que el Abbex cayera al suelo la mano de Kolya se volvió a clavar en el cuerpo del chino, esta vez en el hombro derecho, contra la pared, lo elevó por encima de su cabeza. Una vez el chino dejó de gimotear y gruñir, aún en el aire, el gigante cibernético se quitó el camuflaje. Su voz sonaba como un témpano:
- Vas de meta hasta las orejas, bien, te necesito vivo – mientras decía esto apretaba la mano clavada en el hombro derecho, inmovilizando el brazo - preferiría que te doliera, hace tiempo que no disfruto tanto, esto es por Vasily – dijo mientras, con la garra del dedo índice de su mano libre hurgaba en la cuenca ocular izquierda, Zhou intentó resistirse en vano. La mejilla se le empapó con humor vítreo mezclado con sangre.
- Te mataré...- balbució Zhou entre esputos sanguinolentos.
- Oh, no, no lo harás, lo pasaremos bien un rato ¿sabes? Pienso disfrutar haciéndote pedazos, poco a poco, sé bueno y sigue vivo unas veinte horas más – ahora la mano libre de Kolya se clavó en el muslo derecho, veinte centímetros de afilada garra acariciaban el fémur.
- Te contaré una cosa, matasanos de mierda, ella me ha hecho algo, sí, la que hemos recogido, pero no como imaginas, tío tendrías que estar ahí, es impresionante. Me ha ayudado a ser libre ¿sabes? Sin claúsulas, ni contratos ni nada de eso ¡Soy libre! Ha estado a punto de freírme... ¡Sí, tío! no te puedes imaginar qué se siente al conectarse con ella, bueno, el oficinista lo ha intentado ¡já! Al final sí que hay que recoger trocitos de cerebro de informático, está desparramado por todas partes espera un momento, no quiero que te desangres.
Dicho esto la mano del cíborg retrajo los dedos y se transformó en pocas décimas de segundo en algo completamente diferente, un mini-lanzallamas GGF. Se encendió y aplicó el fuego de soplete sobre la herida para cauterizarla, el olor del bello y la piel quemada era insoportable. Por muy drogado que estuviera a Zhou le estaba doliendo de verdad.
- Ni te imaginas de donde viene, no tienes ni puta idea. Me ha enseñado cosas ¿sabes? Cosas increíbles, dice que podrá arreglarme, que estoy... ¿como dijo? Asimilado, que sabe cómo curarme. Me ha dicho que estamos en un onigrama, joder como si supiera que mierda es eso. Tengo que ayudarla a encontrar la fuente del código, y me arreglará del todo.
- Estás peor que antes, te ha jodido de verdad ¡ugh! - logró escupir a la cara del cíborg.
- No lo entiendes, pero qué más da... tú vas a morir aquí, todos moriréis aquí, nos vamos, hijo de puta, pero antes voy a divertirme un rato contigo...- el lanzallamas volvió a transformarse en la mano, con sus garras metálicas, cinco bisturíes retráctiles implantados en cada una de las falanges. Lo clavó en el muslo sano de su reo, cuando se cercioró de la imposibilidad de su huida, desclavó la garra del hombro, liberando el brazo derecho. Una fracción de segundo, tiempo suficiente para llevarse la mano al bolsillo y hacer uso de esa solución que tenía preparada y que antes no pudo usar, y funcionó. El gigante había bajado la guardia y, en Noril'sk, bajar la guardia siempre traía terribles consecuencias.
miércoles, 8 de mayo de 2013
0020
Las orugas se detuvieron, en el exterior se había
desatado la tormenta, la visibilidad normal era completamente nula. A
través de la pantalla de navegación vio el cráter donde se había
estrellado aquel extraño traje mecánico, supuestamente tripulado.
En el centro, a medio enterrar, una forma ovoide recordaba una
crisálida regular. Era imposible que el impacto del misil le hubiera
dejado aquella forma. Miró otra vez el vídeo del puesto, aisló un
frame, y otro del vídeo del misil, el objeto era el mismo. Las
coordenadas eran correctas, había cambiado de forma, en
consecuencia, seguía funcionando. Enseguida vio la oportunidad, con
un artefacto como aquel no sólo se limitarían a violar las
clausulas referentes a Whittman, sino que podrían limpiarse el culo
con el contrato entero. Le extrañó que algo tan avanzado en cuanto
a blindaje no reaccionara mejor. El Tunguska SD-436, aunque efectivo,
era casi una pieza de museo. Podría no estar familiarizado, o
adaptado, a las inclemencias del clima siberiano, estar averiado, o
tener una mal función en el sistema de navegación, no importaba,
eran sólo conjeturas, de lo que sí estaba seguro es que él no se
movería de la climatizada cabina, Kolya haría el trabajo sucio:
- A treinta y tres, Kolya.
- De acuerdo – la voz neutra del cíborg se escuchó
por los altavoces del habitáculo.
El módulo posterior del Vojaĝanto comenzó a abrirse
lentamente por la parte derecha, una enormes puertas corredizas
dejaban ver el interior del compartimento de carga. A un lado, de
uniforme, Kolya vigilaba como el brazo-grúa emergía desde la bodega
y se aproximaba al extraño objeto. Agarrándolo con tres dedos
mecánicos lo extrajo del nevado cráter. Era grande, unos tres
metros de altura por dos de diámetro; su superficie era
perfectamente lisa, ninguna junta distinguible, así como pruebas
sobre el impacto recibido; la tonalidad verde le confería el aspecto
de una aceituna gigante.
“El
viejo debe estar contento, sólo espero que no te abras, o joderemos
otra clausula por el puto rehén” pensó
Vasily, en guardia con todo lo que ocurría.
Cuando el objeto estuvo en el interior las compuertas se
cerraron, la nieve ya había cubierto al Vojaĝanto, un magnífico
camuflaje natural. El piloto, desde la calidez de la cabina,
introdujo las coordenadas del puesto avanzado. Los instrumentos del
vehículo eran del todo ineficientes para hacer un diagnóstico
completo, lo único que podían saber es que estaba apagado, o al
menos, eso parecía. El mercenario cibernético montaba guardia a su
lado sin quitarle ojo.
Sin contratiempos llegaron a la entrada del garaje, la
cual se cerró tras el vehículo, una vez en el interior. Allí le
esperaba Zhou con su repugnante cara, sonriendo.
- Vaya, vaya...
- ¿Qué pasa doctor? - dijo Vasily con desgana mientras
bajaba por la escalinata de la cabina.
- Nada Stekker, tenemos que ir a comunicaciones, el
viejo quiere hablarnos, Kolya, que nadie se acerque al huevo verde.
- Ya lo has visto...
- Y tanto que lo he visto, joder. El viejo me ha dicho
que no nos acerquemos hasta que vengan a recogerlo.
- ¿Voy a por los tuneleros?
- No,
no, tampoco quiere que estén aquí hasta que no se lo lleven, ya
sabes...- Sí, ya sé...
Con aire somnoliento, y con el abrigo puesto, Vasily se encaminó hacia el pasillo que conducía a la sala de comunicaciones, Zhou iba detrás. El pasillo era estrecho, sucio, y mal iluminado. Olía a una mezcla de orines, gasolina, pintura quemada, y al cigarrillo que el ruso se estaba encendiendo en ese momento. El suelo metálico no ayudaba a hacerlo más agradable, ya que todas las pisadas reverberaban de una forma espantosa. Los dos hombres iban con paso taciturno.
- ¿El bicho a dicho algo? - inquirió el doctor como para romper el hielo, no podía disimular que estaba nervioso.
- No, desde hace un año no dice nada.
- Tsk! Debe ser jodido no controlar tu puto cuerpo.
- No creo que le importe, ya no.
- Joder, verlo todo como si fuera una puta película de esas que miras tú.
- Basta.
- Vale, vale, sólo era...
- Centrémonos en el negocio, ya no puede oírnos ¿Tibor se ha puesto en contacto con tus amigos? Tenemos poco tiempo, cuando nos carguemos a Kolya tiene que estar todo preparado.
- No te preocupes, estará todo listo – Zhou le regaló una mueca que pretendía ser una sonrisa, se llevó una píldora blanca a la boca.
Ambos aceleraron el paso, dejando tras de si las puertas que conducían a los barracones de los tuneleros, las cámaras de seguridad estaban conectadas, sabía que el viejo estaba mirando, desde su despacho, a miles de kilómetros de allí. Vasily le dio otra calada al cigarrillo, y tras un ruido seco que inundó el pasillo, vio cómo su brazo salía despedido hacia delante. Luego la sangre se le metió en los ojos, durante una fracción de segundo supo la verdad, Tibor había conseguido descifrar los códigos de seguridad del Vojaĝanto, él ya no era necesario. El segundo disparo le impactó en la base de la columna, partiendo en dos su cuerpo, abrigo incluido. Vio sus piernas, aún de pie. Sólo se lamentó de una cosa: que lo último que pudo ver en ese mundo de mierda, era la cara deforme de aquel cabrón mientras sonreía.
viernes, 26 de abril de 2013
0019
Año
terrestre 2350, Avenida Kirova, Noril'sk, Siberia del Este, planeta
Tierra.
Pasaron junto a lo que pudo haber sido un estadio de
fútbol, pero no era más que una masa informe de escombros y nieve.
La ciudad, por considerarla así, era un desierto helado con dunas
esqueléticas de acero. Los edificios que permanecían en pié, pese
a su obstinado orgullo, no eran más que ancianos esperando su hora.
Ninguno de ellos conservaba algo parecido al aspecto que tuvo cuando
se concibió, y mucho menos, su supuesta utilidad. Era lo que quedaba
del recuerdo de una ciudad industrial, un infierno químico, frío y
desolador, pero a su vez una lucrativa fuente de recursos de toda
índole. Las ruinas del pasado son las minas del presente. Como la
serpiente que se muerde la cola, la industria se fagocitó a si misma
cuando dejó de producir.
Estaba nublado, y para variar nevaba, en unos minutos
se desataría la verdadera tormenta, el momento idóneo para moverse.
El Vojaĝanto 780 iba con las luces apagadas, como era habitual. El
sonido de sus descomunales orugas adaptativas apenas se distinguían
del viento aunque pasaran sobre el chasis de un coche, un camión, o
una casa. La tela metálica parecía engullir todo lo que le venía
al paso, convirtiendo los obstáculos en un pausado balanceo. El
vehículo, un mastodonte dividido en dos módulos con articulación
central, medía unos veinte metros de alto por noventa de largo.
Visto con un determinado ángulo parecía la cabeza de un tiburón.
De cerca, presentaba una superficie harto irregular, consecuencia de
numerosas reparaciones. Una ecléctica amalgama de retoques
superpuestos de diversos materiales y procedencias.
Existían ciertas cosas que Vasily no soportaba, y una
de ellas eran los imprevistos, pero a nadie le importaba. Acariciaba
suavemente la hoja de grafeno, en ella, la foto de varios niños con
caras felices. Recostado sobre el sillón de la cabina, que a su vez
era su casa, dejaba que el piloto automático hiciera su trabajo. La
cabina era un lugar atestado de objetos, recuerdos de los que no se
podía deshacer, los necesitaba para no olvidar. Para sentirse real
en el mundo. Un mundo que construía pieza a pieza a través de toda
aquella basura. Desde su perpetuo estado de somnolencia pensó en lo
que iba a recoger: según Tibor, los restos de un prototipo tripulado
que habían derribado con un Tunguska (nada menos) de a saber qué
conglomerado, corporación, o empresa. Con aquella caza habría un
buen pastel, y él quería su parte. A la MMC no le iba a hacer ni
pizca de gracia, pero menos gracia le hacía a él tener la certeza
de que no saldría con vida de allí si no compraba el contrato. Vio
los vídeos de la detección y de la cámara del misil, un impacto
directo. En la grabación del puesto avanzado se podía apreciar cómo
tras la explosión caía disparado hacia el suelo, y entero. Eso
parecía ser resistente, y cualquier cosa que pudiera soportar un
misil tierra-aire debía ser muy caro. Le hacía gracia que el motivo
por el que firmó el contrato con la MMC fuera a su vez la solución
para comprarlo: el secuestro y el robo. Técnicamente sabía que era
de la subsidiaria, pero si conseguían llevárselo antes de la
llegada del grupo enviado por Whittman, podrían venderlo a las
entidades adecuadas. Tendría que dejar parte del equipo, incluyendo
a Kolya y a los tuneleros. Esos no le importaban, eran unos cabrones
peligrosos que estaban mejor muertos, pero Kolya era un problema. Esa
cosa llevaba la lealtad en el cerebro a base de mierda cibernética,
el precio a pagar por llevar lo último en aumentos. De hecho, cuando
fue humano, llegó a sacrificar parte de su memoria para poder
implantarse aún más. Vasily lo recordó cuando aún necesitaba
respirar, cuando era su amigo. Lo conoció en la adolescencia, por
aquel tiempo las ciudades se conocían por su nombre, y no eran
marcas ni logotipos. Formaban parte de una unidad mercenaria que
operaba principalmente en China, jóvenes e inexpertos, tal y como le
gustaban a los mercenarios. A los pocos años consiguieron hacerse
los líderes del grupo, la unidad dejó de dedicarse al conflicto
corporativo abierto, para dedicarse a un negocio mucho más lucrativo
y menos peligroso, las operaciones encubiertas. El negocio funcionaba
bien, muy bien, pero la avaricia de Kolya parecía no tener fin. Cada
nueva operación, más ambiciosa que la anterior, requería de nueva
especialización, nuevo material, y más caro. Y así empezó todo,
Kolya contrató su cuerpo para pagar las deudas que generaban los
últimos aumentos. Cada nueva operación acababa con un nuevo
contrato que Kolya debía cumplir, los implantes venían con
cláusulas programadas. Paulatinamente cambiaba, hasta convertirse en
un monstruo sin voluntad, un ser más cercano a un arma viviente que
una persona. Poco quedaba de aquel muchacho salvaje, que soñaba con
fiestas de tres días tras una caza. Llegó el momento inevitable, un
contrato obligó a la unidad a realizar una operación especialmente
delicada, precisamente contra una con la que mantenía una clausula.
Aquel negocio salió mal, mataron a todos, a Kolya y a él los
cogieron a punto de embarcarse en una aeronave, huyendo del desastre.
Les obligaron a firmar un contrato permanente con la MMC en un
infierno helado y venenoso llamado Noril'sk, bajo las órdenes del
bastardo más grande que había conocido, Zhou Leonid, el mercenario
matasanos que tenía más de torturador, que de médico, también
condenado a trabajos forzosos en aquel agujero. Siempre se preguntó
por qué aquella subsidiaria de mierda se empeñaba en juntar a los
peores especímenes del planeta y darles armas (aunque fuera en el
culo del mundo). Como es natural no se fiaba del chino, ni del
informático, aunque este último no era más que un novato en esa
vida, aún conservaba las marcas de la corbata en el cuello. Pero los
necesitaba, por ahora, para que aquello saliera bien. A Kolya lo
dejaría tirado por contratar sus vidas, por el olvido forzado. “Si
queremos que el negocio funcione, tengo que hacerlo”, decía.
“¿Y de qué te sirve ahora, estúpido?”. No
le dolía matarlo, sabía que ya estaba muerto.
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